Mi vida, mi hogar, un metro cuadrado

Mi vida, mi hogar, un metro cuadrado

¡¡Muy buenas a todos, soy Olay otra vez!!

Qué bien que haya entrado la primavera, ahora me pasean por el parque con muchísimo mejor tiempo, más solecito y muchos más amigos que con el frío estaban hibernando entre las sábanas. Pero no todo es alegría, os voy a contar lo que me pasó el otro día. Iba paseando con mis papis por la calle y desafortunadamente escuché a un compi de 4 patas llorando en un balcón, y creo que os tengo que contar su historia desde sus ojitos marrones…

Un metro cuadrado desde que me trajeron, ese es mi hogar. Solo recuerdo que he vivido en un balcón, una puerta cerrada que cada día se abre para ponerme un poco de agua y comida. Hubo una época que intentaba abrir la puerta con las patitas, quería sentir el calor de un hogar, pero mis dueños me gritaban, incluso alguna vez me pegaron. Ahora solo de pensarlo me pongo a temblar.

Mis días comienzan muy temprano. Cuando comienza a salir el sol me levanto de mi esquina donde duermo, entonces me desperezo y comienzo a mover el rabo a mi fiel amigo el sol.
Comienzo a ver como la calle se llena de vida, los niños que van al cole, el cartero y un hombre muy simpático que me silba con mirada triste y resignada...

A mediodía comienzo a ver pasar a mis amigos de 4 patas pasear con sus dueños a la distancia… ¡¡qué envidia!!! Observo como juegan y ladran, pero lo que más me gusta es verlos correr, sin una meta fijada, solo correr por correr. Entonces los llamo, ladro para que me escuchen "¡¡heyy, quiero ser vuestro amigo!!, ¿me escucháis?”. Y me contestan “¡¡baja, estamos aquí. Te esperamos!!”

Muchas veces pienso en saltar, que vale la pena, que no pierdo nada. Pero el miedo se apodera de mí y me resigno a lamentarme y verlos disfrutar.
En esos momentos hay alguien que me grita que me calle, que llamará a la policía y yo pido por favor que lo haga, que no lo dude. Pero nunca pasa nada y yo solo puedo esperar.
Llega el atardecer, el sol comienza a calentar mi piel y yo no sé dónde meterme. Encima con la desesperación a veces tiro el cuenco de agua y solo me queda esperar.
Llega la noche y la ciudad se echa a dormir. Me tumbo, me acurruco en mi esquina y sueño si mañana será un día diferente, que alguien me ayudará y conseguiré salir de aquí. Que puedo pisar el parque y olvidar que un pequeño balcón fue mi hogar.

Este es el relato de un perrito anónimo, que por suerte no soy yo, pero como perrita que soy me hace pensar… ¿podemos hacer algo por evitar estas situaciones? Solo tú tienes la respuesta.

Un lametón y hasta la próxima.