Un ángel bajó disfrazado de perro. Gracias Kimbo

Un ángel bajó disfrazado de perro. Gracias Kimbo

Dicen que los ángeles están en el cielo, dicen además que son seres que ayudan a subir a las almas a la eternidad, al descanso. Podemos creer que son historias que nos contaban nuestros padres y abuelos cuando éramos pequeños e inocentes. Yo no he visto nunca a ningún ángel con alas y cara de niño, pero sí os puedo decir que compartí y viví 5 años muy cerca de un ser al que, si me lo permitís, llamaré ángel de 4 patas. Un ángel disfrazado de perrito, de bulldog francés, con una preciosa máscara negra y con un carácter que jamás olvidaré. Se llamaba KIMBO. Bueno, no se llamaba, porque siempre se llamará así. Porque nada muere mientras lo recuerdas y KIMBO solo morirá conmigo, cuando yo tampoco esté. Ese día nos reuniremos al cruzar el arcoiris.

Recuerdo como si fuera ayer cuando KIMBO y su nuevo papi, Manuel, entraron por primera vez a Vidanimal. Era un pequeño loquito, de esos que no sabes cómo parar. A la misma vez que quería saludarte también quería correr y saltar. Ya de pequeño pegaba unos saltos tremendos. Ese día iba a hacerse su primer baño en condiciones en nuestra peluquería; y daré gracias a la casualidad del destino que hizo que Manuel nos eligiera. Porque conocí a un animal que me ha hecho ver la vida de manera distinta.

Kimbo había estado en manos de una persona que no lo cuidaba muy bien. No estaba en las condiciones que debía, y Manuel consiguió, con mucho esfuerzo, convencer a esa persona de que lo mejor era que se lo quedase él. Ese día comenzó una de las historias de amor y cariño hacia un animal que jamás he visto (por suerte, veo a diario muchísimas, pero creed que lo de Manuel y Kimbo era especial).

Os voy a contar un secreto: yo quería y querré a Kimbo toda mi vida, pero él a mí solo me buscaba si estaba en la calle. No quería saber nada de mí dentro de la pelu. Incluso ahora hace que se me escape una sonrisa… ¡Joder, Kimbo, cuánto te echamos de menos!

Hace dos añitos en una visita rutinaria a nuestro centro veterinario nos percatamos de que tenía un pequeño bultito encima de su ojo derecho. Pronto, muy pronto, creció de una manera inusual, y después de muchas pruebas el diagnóstico fue demoledor. Kimbo había desarrollado un tumor muy agresivo que se estaba empezando a comer incluso parte del hueso. Kimbo se encontraba mal, adelgazó y no podía dormir, pero ¿sabéis qué? Jamás dejó de luchar. Le encantaba seguir paseando y comerse en el desayuno su jamón york.

Recuerdo perfectamente el día 24 de diciembre de madrugada. Tenía un mensaje de Manuel y me decía que estaba pensando en que quizá había llegado el momento de dejarlo marchar. Esa mañana desayunamos los tres juntos, paseamos y miré a Kimbo. No hizo falta que dijera nada (solo hubiera faltado eso), pero me di cuenta de que quería seguir viviendo. Más tarde se confirmó que operando y haciendo quimioterapia solo había en torno a un 5-10% de probabilidades de sobrevivir. Manuel tomó una decisión valiente y siguió con el tratamiento. ¿Creéis en los milagros? No importa la respuesta. Kimbo venció la enfermedad.

Un año y medio más tarde desarrolló un tumor en los pulmones y ya no está con nosotros. Pero no perdió la batalla, porque nos ha enseñado que cada dia es diferente, que la vida debe ser vivida al 100% porque al 95% te pierdes cosas maravillosas, que el amanecer es único cada día, que al pasear con su papi Manuel no existía la enfermedad, que la compañía de sus amigos de cuatro patas le hacía despegarse un metro del suelo con saltos y alegría, que los días pasan pero que cada día cuenta y debe ser vivido.

¿Sabéis que echo de menos ahora mismo? No son las vacaciones, ni el tiempo libre, ni los mojitos en la playa. Ahora solo echo de menos sus lametones, sus besos como decía Manuel. Queremos mil cosas que no tenemos y yo ahora solo quiero un lametón de Kimbo.

Gracias por haber existido, gracias por haber llegado a nuestras vidas. Porque ahora me doy cuenta de que tu marcha y tu llegada tenían un sentido. Nunca una persona me enseñó tanto en tan poco tiempo. Tu alegría, confianza, superación, voluntad, cariño… si me lo permites, todo eso me lo quedo para mí. Amigo, espero que un día nos volvamos a ver, sé que así será. Mientras tanto te llevaremos con nosotros cada día de nuestra vida.

Mil gracias, maestro.

HASTA QUE NOS VOLVAMOS A VER AL CRUZAR EL ARCOIRIS

Javier Sánchez